24 de marzo de 2013






Lo que soñamos es lenguaje inconsciente, es una manera de expresar lo que no sabemos, lo que ni siquera el corazón sabe, ese mismo que usamos de timón suficientes veces para evitar pensar infinitamente hacia dónde ir. Conozco más de una persona que en los sueños se refugia para no vivir los momentos que en la vida hacen temblar la tierra, también conozco de esos que piensan que soñar es en vano porque las ilusiones traen aparejadas un cachetazo de desilusión. Yo hoy me acuerdo de un viaje en el cual pude elegir escuchar con otros oídos ciertas melodías que hasta ese momento eran una invasión de novedad y empezaban a voltear los filamentos de una barrera que parecía inexorable. Un viaje en el cual elegí un disco, un tema, una montaña de sueños. La fusión de lo triste de una vida entre corrales de cristal llena de locuras y miedos, de fortunas imposibles de alcanzar, de sonrisas a través de un vidrio que no se podían retratar; y lo cálido de las miradas que quisieron derretir los cristales, las vallas, los corrales, las barreras, los recuerdos. La fusión que formó un sueño entre lágrimas incesantes de metamorfisis. La deuda millonaria con el agente de una fusión que creó sonrisas posibles de retratar.