1 de septiembre de 2010

Pura vida

Demasiado famoso es el sentimiento de felicidad, todo el mundo se muere por conocerlo, por encontrárselo por la calle, mirarlo a los ojos para decirle "al fin, te encontré". El sentimiento de felicidad es uno solo y nosotros somos muchos miles de millones. Es entendible entonces que llegue de vez en cuando en la vida, solamente en momentos especiales, cuando en realidad vale la pena, cuando todo el resto no cuenta, cuando vos te mirás al espejo y la cara de la felicidad es tu reflejo, cuando en realidad lo llevás encarnado como si fueras él mismo hasta que la fiesta se termine. Y en todo momento hermoso en el que vale la pena ser feliz no importa el tiempo ni el espacio, sino que simplemente vale la pena apreciar que tenés el momento y el espacio, que respirás el mismo aire, que mirás el mismo cielo, que sentís el mismo sentimiento. Que te asomás por una cornisa sin miedo y te animás a saltar un charco sin dudar. Caen piedras del cielo que estás dispuesto a esquivar, solamente porque sabés que vale la pena arriesgarse por lo maravilloso que está del otro lado. Y caminás siempre el mismo suelo y te tropezás siempre con la misma piedra, miles de veces, porque es tu suelo y tu piedra y nadie te las va a quitar. No sería yo sin mi piedra. Y ya tenés los dedos de los pies llenos de ampollas, casi sin respuesta, pero seguís por que no te queda otra y por que el esfuerzo vale algo, vale por que te hace sentir vivo. Y mirás para arriba, una vez más como buscando una respuesta del cielo que nunca cae hasta que soñando una noche te golpean el cuello y te hunden los cesos hasta que en el fondo la respuesta sale de tu propio cerebelo. Y qué maravilloso, otra vez sopa, la respuesta estuvo siempre a tu lado, sin par ni vuelta, siempre ahí escondida en el fondo, abajo de toda la tierra que siempre barriste para no sentirte sucia pero sabiendo que tenés muchos baños por delante. Pero qué lindo es apreciar ese cielo en dónde nada es gris y todo es nuevo. Porque más allá de que parezca celeste y blanco, como si fuera un solo lienzo, te ofrece a observar que hay mucho en lo simple, que es eso lo razo, que verdaderamente no estás observando. Y ahí te cae todo, como una catarata de llanto, te llena la panza de plomo, te sacá del pecho el peso, te hace digerir lo cierto, hace ver al ciego. Dejás de mirar y aprendés a observar que no hay vida sin esfuerzo y no hay esfuerzo que no valga. Porque el camino es siempre recto y no hay manera de perderte, caminarás ochenta años promedio, siempre recto, porque no hay manera de perderte, y llorarás de desamparo ante el miedo de ver siempre el mismo horizonte que no podés alcanzar, pero seguís recto por que no hay manera de perderte, hasta que un día, en lo más oscuro de la noche, lo ves ahí, esperando tu vuelo, por que en realidad lo que buscás está arriba, no en el suelo.

A.D

1 comentario:

  1. sencillamente me encanto.. d`principio a fin.. encontraste hermosas palabras para describir esa sensacion que muy pocas veces logramos percibir.. mucho menos expresar! t amo!

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