31 de diciembre de 2010

Ciertas veces me cuestiono sobre el haber nacido mujer, sobre todo cuando el sexto sentido no me falla. Me pregunto, desde el hartazgo, por qué que me haya tocado ser parte del género femenino implique predecir cosas. Pero no es el simple hecho de predecirlas, el nivel de certeza que emanan esos pensamientos es tan alto, tan exactamente redondo, que resulta imposible ignorarlos, resultaría descarado de mi parte ir en contra de mi sexto sentido. Igualmente, el hecho en vivo, lo predicho, eso que hasta hacía cinco minutos era sólo parte de un erizamiento de piel; es mil veces más carnal, más sorpresivo, más emocionante, más impactante y nada parecido a lo imaginado, obviamente. Si vos pensabas que no iba a modificar tu estado latente de vida de ameba, te digo desde ya que el nudo en el estómago te va a hacer fumar veinte atados de cigarrillos y te va a hacer tomar doscientos litros de alcohol, para aniquilar de manera evidente y nada sorpresiva todos los pensamientos que se amotinan en el medio de tu cráneo sin dejar que entre ni siquiera un alfiler. Si vos pensabas que en realidad todo iba a ser "como antes" o que al menos la corta distancia física no iba a sentirse como kilómetros... wrong, pasa a ser como un huracán que se robó el camino, olvidate que lo vayas a encontrar de nuevo, pasa a ser un camino de ida. Si pensaste que aquellas miradas de código, esas que eran únicas, que valían más que cualquier cosa porque eran pura evidencia de tanto tiempo compartido iban a cruzar la nebulosa como lanzas de sangre... lolamento, ya mirar es lo mismo que nada, más allá de que intentes establecer una mínima conexión entre tu córnea y su pupila todo esfuerzo va a ser en vano. Nada va a ser igual. El negligente sexto sentido, la ausencia de capacidad para solucionar guerras mentales y el hecho de que sea 31 fueron motivos suficientes para que esto se termine acá. Sabor amargo, sabor a duelo.


Feliz año nuevo, Agustina, comprate un búnker.

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