Abrió los ojos para frenar su pecho agitado, cruzó el colchón con su mano pero él ya no estaba a su lado, la cama se derritió, los resortes se hicieron lanzas, intentó levitar como la más bella de los Buen Día, todo se prendió fuego, todo se hizo cenizas, todo se terminó... no lo logró.
"(...) sintiendo que no podía resistir más el rumor glacial de sus riñones y el aire de sus tripas, y el miedo, y el ansia atolondrada de huir y al mismo tiempo de quedarse para siempre en aquel silencio exasperado y aquella soledad espantosa."
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.
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